Descartada por su antipatía, Margarita Rionda ya no supo adónde arrimarse ni cómo llamar la atención.
Ya ni Diego Sinhue la contempló como pieza útil en el tablero del 2024. No conecta con la gente por más melosa que haga la voz y no ha podido borrar su sello priista por más chalecos y chamarras que use con la insignia del PAN.
Ante sus bajísimos números en el renglón del reconocimiento público, Rionda no está contemplada para competir por la candidatura a la Presidencia Municipal de Cuévano ni por la reelección en la curul que actualmente ocupa en el Congreso del Estado.
Desesperada por el raquítico nivel de resonancia en la conversación social, tuvo que despedir al comunicador Arturo Saviñón para tratar de enderezar el torcido (e infructuoso) camino. Sus posibilidades se agotaron y ni el apoyo del priismo ortodoxo le ha servido para por lo menos soñar con una silla en el Cabildo 2024-2027 de Guanajuato, donde ni los Rionda quisieran verla entronizada.
Empezando 2023, el sueño electoral de Rionda se diluyó.